VOLVER A LA SABIDURIA- Jesús Ginés O.

Lunes 23 de noviembre de 2020 | Jesús Ginés Ortega

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En nuestro mundo abundan los científicos y escasean los sabios. Es paradojal que mientras nos llenamos de conocimientos, nos vaciamos de sabiduría. Esta se funda en tres columnas que hoy se encuentran tambaleantes en nuestro mundo: la verdad, la justicia y el amor.

Un ilustre lector que lleva por nombre Lucas me escribe a propósito de mis referencias frecuentes a la sabiduría: ¿Por qué siempre al hablar de sabiduría tenemos que mirar al pasado? Le aventuro una respuesta: Los antiguos tenían más tiempo para pensar, para dialogar y para rezar. Eran pocos los derechos y muchas las obligaciones. Eran más pobres en conocimientos del mundo físico, pero ricos en el mundo interior, espiritual, moral y trascendente. Disponían de más y mejor tiempo para pensar en que nada de lo humano y lo divino les era ajeno. Hoy dominamos las galaxias, pero ignoramos al hombre y a Dios.

Aparte de la sabiduría divina que tiene otro tratamiento, cuando buscamos hoy asentar bien nuestros criterios de conocimiento y comportamiento, nuestros ojos se vuelven a sabios como Confucio, Aristóteles, Cicerón, Séneca, Agustín o  Tomás de Aquino, gigante del pensar humano y divino, al que Juan Pablo II llamó doctor de la humanidad. Ellos son referentes que nadie dejaría de reconocer como los verdaderos sabios “que en el mundo han sido”, como diría el maestro salmantino, Fray Luis de León. ¡Hay que volver a ellos!

En un mundo de generalizadas debilidades, -mental, de voluntad, moral, espiritual, trascendente- , como lo es el nuestro, nos vemos urgidos a buscar fortaleza donde la hubiere. Mientras se establece la dictadura del relativismo y la farándula, no tenemos más remedio, que elevar los ojos hacia el pasado para buscar aquellas columnas racionales y morales que apuntalen nuestras vidas titubeantes, débiles y enfermas en el alma.

No muy lejos de nuestros días, apenas hace cien años, un discípulo de aquellos –Jacques Maritain-, al enfrentarse en la universidad con este fenómeno ya presente,  declaraba su doble conversión –a la fe cristiana y a la inteligencia humana- en medio de las dos guerras más irracionales que en el mundo han sido. El maestro, escritor y pensador francés concluía en concordancia con los antiguos sabios: “No renunciaremos a la esperanza de una nueva cristiandad, a un nuevo orden de inspiración cristiana… La vuelta de las masas a la cristiandad se logrará por el amor”. Y recordaba los tres soportes de esta reconstrucción de los valores ausentes: la búsqueda de la verdad, el establecimiento de la justicia y el ejercicio constante del amor.

Hoy estamos sumergidos en una tercera guerra mundial mucho peor que las dos anteriores. Aquellas aniquilaron cuerpos y ciudades. La de hoy está aniquilando el espíritu de verdad, de justicia y de amor, los tres baluartes de la sabiduría que el cristianismo, a duras penas trata de reforzar en el mundo, para evitar su destrucción. Ante esta guerra sorda que destruye el edificio mental, espiritual y trascendente de nuestro mundo; ¿no sería la hora de ponerse a caminar al encuentro de la sabiduría perdida? ¿Qué podremos ganar con un mar de conocimientos de apenas un milímetro de profundidad? La sabiduría es superior a todo conocimiento.

Jesús Ginés Ortega

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