Simplemente con los ojos cerrados

Lucía Zamora fue testigo de una emotiva escena en la sala de espera de un hospital de México: una humilde mujer rezaba con fe junto a un médico. Una escena que refleja la profunda piedad popular que se vive ahí y que se puede observar en muchas partes.

Jueves 23 de abril de 2015 | Lucía Zamora

Hace unas semanas en una de mis visitas al hospital, llegue a la pequeña y modesta capilla que se encuentra a un lado de una de la sala de espera, y ahí sentado en una banca muy sencilla se encontraba uno de los tantos doctores que veo con frecuencia caminar por los corredores. En mis casi siete años de visitas al hospital nunca me había encontrado con un médico en este lindo lugar y mucho menos con un Rosario en la mano; junto a él una mujer muy humilde, rezaban los dos en silencio. El doctor con los ojos cerrados trataba de encontrarse con el Creador de todo aquello que aún no tiene explicación para un simple hombre vestido con una bata blanca. Seguramente dejaba en sus manos lo que su cuerpo y su mente ya no podían solucionar. Fue una escena única... no podía dejar de verla. Agradecí tanto a María que me permitiera estar justo en esos momentos donde la ciencia y la fe se agarran de la mano en una hermosa oración.

En México hablar de la "piedad popular" de la que habla el Papa Francisco en el libro "Ella es mi mamá" del P. Awi, es cosa de todos los días, lo podemos ver en cualquier Iglesia que visitemos a cualquier hora. Aquí en mi Parroquia, una mujer sencilla y humilde, visita a nuestra Madre todos los días, pero lo verdaderamente hermoso de este gesto, es que la vemos rondar por las calles cortando flores de los jardines y sin algún adorno de más, ella las coloca con mucho amor (se ve en sus ojos) en una cueva de piedra que se hizo especialmente para nuestra Santísima Virgen. Este lindo detalle lo hace varias veces al día todos los días. Y qué decir de nuestra Basílica de Guadalupe donde cientos de fieles la acompañan diariamente, algunos llegan de rodillas, otros con sus pequeños hijos en brazos, algunos más con flores elegantemente adornadas, hay quienes simplemente quieren dejarse ver por Ella, pero todos, todos... con un corazón lleno de fe, esperanza y un gran agradecimiento.

Podremos tener infinidad de estudios, contar con alguna Profesión científica, de arte o humanidades, sin embargo no todos cierran sus ojos y tocan con el corazón aquello que permite sentir paz en el alma. No todos han escuchado esa voz de Dios que permite al cuerpo responderle simplemente pasando las cuentas del Rosario o guardando un trapito que haya limpiado una imagen de María o de Jesús como lo hace el Papa. Así es la fe, se manifiesta sencilla, sin ruido, sin palabras rimbombantes...simplemente está ahí... en los ojos cerrados, en las palabras que solo escucha Dios, en la mano que enciende la vela o que acaricia una imagen para luego llevársela al pecho...así es...tan suave y tan fuerte a la vez.

La fe es algo inexplicable para la razón; es creer en aquello que no podemos percibir con los sentidos, sin embargo, creo que todos aquellos que luchamos día con día por conseguir la mirada de Dios, la percibimos y la sentimos a través de nuestro cuerpo, la cual, lo transforma en un fuerte y seguro templo de Dios. En la fe, nuestra mirada, nuestras manos y nuestros pies, se convierten en una lucha constante, en una interminable esperanza, en alegría, perdón y en una fuente eterna de agradecimiento.
Sigamos conservando ese regalo de ser quienes somos en la fe, regalo que se ofrece a María tan solo con los ojos cerrados; con sencillez y humildad en el corazón. Ella aceptará estos inocentes gestos humanos como un delicado perfume que esparcirá en cada rincón de la tierra convirtiéndonos en un verdadero pueblo misionero.
Con este pequeño texto quiero dar las gracias al P. Alexandre Awi Mello por su libro "Ella es mi mamá" ya que hizo de este encuentro entre amigos, un sin fin de palabras que engrandecen al pueblo latinoamericano, ensanchando el corazón de muchos de nosotros al darle la importancia a esos pequeños actos de amor que son una mezcla de instintos, cultura, tradición y de toda la fe que un hijo de Dios puede albergar en su corazón. Gracias por hacer de este libro una ofrenda de encuentros entre un Sacerdote con el Papa, el Papa con María y María con su pueblo.

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