Qué fácil es perder nuestro "Ser" en el "Hacer"

Cuando la idiosincrasia, la ignorancia y los intereses personales se encuentran, todo puede suceder, y es ahí donde entran las corazonadas que vienen del Espíritu Santo, una voz que nos dice que algo no va bien, y que es nuestro deber como cristianos actuar de frente.

Martes 18 de agosto de 2015 | Lucía Zamora

En la vida, existen momentos en donde nos dejamos guiar solo por el corazón. Escuchamos esa voz interior que nos va diciendo si vamos por buen camino o si hay que regresar. En ocasiones sentimos que algo no anda bien, seguramente hay que volver y actuar de cara a Dios y al mundo, de lo contrario, nuestra esencia se empobrece de tal manera, que alguien más decide y actúa por nosotros. Así es como nuestro "Ser" corre el riesgo de perderse en el "hacer".

Mi abuelo nació en el año de 1894 y murió a unos meses de festejar sus 100 años. Vivió muy de cerca la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera (un movimiento social que reivindicaba los derechos de libertad de culto en México). Episodios de la historia de nuestro país, que fueron marcando su vida. Fue testigo de muchas injusticias propias del mundo que estaba viviendo, y esto lo mantuvo completamente alejado de su religión, pues había algo en su corazón que le provocaba un lamentable desagrado tanto por la Iglesia como por sus Sacerdotes.

Estando en cama (tendría unos 97 años) me atreví a preguntarle, por que habitaba en él ese sentimiento hacia la Iglesia, y me conto lo siguiente: - Yo tenía algunos diez años, cuando mi mamá me llevó al catecismo, y como compañero, asistía un niño que no tenía papá, su mamá no estaba casada. Cuando terminábamos, el Padre que nos dirigía, después de la clase, nos alineaba para propinarle un golpe al indefenso muchachito, todo esto... ¡para ganarnos un dulce! -Me rebelé...y nunca pude golpearlo, siempre fui el desobediente del grupo, pero mi conciencia se quedo tranquila.

Cuántos testimonios como este hemos escuchado a lo largo de la historia de la Iglesia Católica y de otras religiones. La autoridad ante el miedo, la ignorancia, la inocencia y tristemente ante una voluntad sin coraje; una voluntad dirigida por el interés de una golosina que se puede saborear solo un instante. Un dulce que permitió pisotear la dignidad del otro y lastimar la propia. Si vemos esta historia con la mirada de la época, puedo decir que no fue más que una confusión entre el "Ser" y el "Hacer". Se puede actuar de muchas maneras, convencidos de que se está haciendo lo "correcto" sin detenerse a contemplar el sentir del otro. Un hecho de esta magnitud, para muchos, en este tiempo pudo parecer "ejemplar".

Tal vez fue temor del sacerdote a perder su autoridad, al permitir a un pequeño en su Parroquia con esta situación, en una época donde las voces y las miradas del lugar eran más poderosas que ni las mismas leyes. Sin embargo, este hombre pudo ganarse el respeto de los niños con ternura, más que con prepotencia, pues provocó miedo e impidió una linda relación de amigos; no dejó crecer el amor y la misericordia en ellos; apago su propio "ser" y el de cada jovencito de un solo golpe. Así de fácil se perdió en el "hacer". Pero mi abuelo, conservó su esencia al escuchar esa voz interior que le permitió actuar sin dejarse llevar por la misma autoridad.

Cuando la idiosincrasia, la ignorancia y los intereses personales se encuentran, todo puede suceder, y es ahí donde entran las corazonadas que vienen del Espíritu Santo; es donde llega esa vocecilla que nos dice que algo no va bien, y que es nuestro deber como Cristianos actuar de frente y con la verdad en la mano.

Existen muchas formas de anularnos, y una de ellas (la más común) es dejar que otras personas decidan por nosotros..."nos lavamos las manos". Qué triste que solo nos importe el hacer y el parecer de los demás que nuestro propio ser. Nos estamos traicionando a sí mismos, nos abandonamos en la inseguridad, en el miedo y porque no decirlo....en la conveniencia o comodidad. Todos estamos en el límite de matar nuestra esencia y la de los demás, al convertir nuestros intereses en un delicioso caramelo.

Nos pasa con nuestros hijos, nuestros alumnos, empleados o con alguna persona que esté a nuestro cargo. Tristemente... no nos percatamos de esto. Estamos tan llenos de cosas, diciéndonos comprometidos con la Iglesia y con el prójimo, que se nos olvida comprometernos con nosotros mismos. Nos negamos a escuchar la voz de Dios que viene del corazón, por alcanzar un dulce o satisfacer las miradas de nuestros tiempos.

La sutiliza de poder controlar la voluntad de los demás por una golosina, puede dejar un exquisito sabor de boca, pero actuar reconociendo la voz de Dios en nuestro interior, deja mucho más que eso....deja paz en el alma y una hermosa relación de amor con Él y con uno mismo.

Don Pedro Valero (mi abuelo) se reconcilio con Dios unos días antes de su muerte. Fue su segunda y última confesión de su vida. Seguramente a pesar de todo, Él lo recibió con los brazos abiertos, tan solo por este acto de misericordia que le permitió conservarse a sí mismo.

Comentarios
Total comentarios: 1
13/09/2015 - 18:01:48  
Maravilloso testimonio que nos leva a valorsrnos interiormente desde nuestra originalidad, y a ser libres, para descubrir la misión a la que hemos sido llamados, por ser los hijos predilectos de Dios en su infinita misericordia.

Cecilia
Chile
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