¡La misión... es pasión por Cristo!

Este 2015 fue el último año de nuestras misiones familiares, y justo ahora que estaban por terminar, los pendientes del trabajo parecían detener la misión de mi familia. Pensar despegarnos una semana de ellos no era buena idea, sin embargo, ver el entusiasmo de los hijos, nos regresaba la emoción por continuar, haciendo de nuestra decisión, un complicado manojo de razones y emociones. Dios me dejó escuchar su voluntad y en una de mis visitas al Santísimo, fue muy claro...¡la misión... es pasión por Cristo!.

Sábado 9 de enero de 2016

Nuestra misión es dar a conocer la misión de Jesús y la misión de María, y en este cruce de encomiendas, descubrimos que la misión por Cristo va más allá del dar y recibir...es querer encontrarse con Él y permanecer en Él. Es dejarse mirar desde la Cruz, por ese Cristo que dejó todo su amor en ella. Es descubrir su resurrección en los ojos de aquel que ha sentido su amor a través un simple y sencillo abrazo lleno de misericordia. Es vivir intensamente esos misterios de gozo, de luz y de gloria todos los días de nuestra vida.

Este invierno 2015, fue el último año de nuestras misiones familiares, y justo ahora que estaban por terminar, los pendientes del trabajo parecían detener la misión de mi familia. Pensar despegarnos una semana de ellos no era buena idea, sin embargo, ver el entusiasmo de los hijos, nos regresaba la emoción por continuar, haciendo de nuestra decisión, un complicado manojo de razones y emociones. Dios, mirando el enredo, me dejó escuchar su voluntad y en una de mis visitas al Santísimo, fue muy claro...¡la misión... es pasión por Cristo!...esa fue la primera frase que se escucho justo al iniciar la adoración.

No hubo más, habría que continuar y terminar para seguir alimentando ese entusiasmo que tanto habíamos pedido para con nuestros hijos; habría que seguir fortaleciendo el corazón, con vivencias llenas de esperanza, que nos hablan justo de ese inmenso amor de Cristo hacia cada uno de nosotros; y habría que doblegar el corazón tal como lo hizo María, para encontrar el verdadero sentido de la misión, que tanto se confunde con la reputación y la vanidad.

Sabíamos perfectamente que regresaríamos diferentes, que viviríamos verdaderamente la Navidad, no solo en familia, sino entre gente que apenas conocíamos, y así fue. Casi una semana hablando con Jesús, cinco días respondiendo a su voluntad y puedo asegurar que cada uno de nosotros, desde el más pequeño hasta el más grande, en algún momento de la misión, sintió su mirada de agradecimiento. Esa mirada que llega a lo más profundo de nuestro ser, convirtiendo la tristeza en alegría, la pereza en energía y el miedo en serenidad. Días de misión, que poco a poco fueron llenando los corazones de Dios.

No sé si el mundo se entere algún día, de lo que cada uno de nosotros obsequió a este pequeño pueblo; de lo que la Iglesia Católica realiza sin alzar la voz, ó de todo aquello que se puede lograr por amor a Dios. Lo que sí sé, es como el Niño Jesús nos presento el más sublime y delicado regalo, en la mirada de tres niños recién bautizados; en el llanto de una familia agradecida; en la sonrisa de jóvenes disfrutando de sus primeras misiones; en el encuentro de un pequeño niño invidente, con el rostro de uno de los chicos y en la compañía de nuestros hijos adorando al Santísimo a las tres de la mañana. Éstas son algunas locuras que mi familia y yo experimentamos y que recibimos como regalo de Dios, después de haber dejado los pendientes en sus manos.

Caminar en medio de un pueblo olvidado por los hombres, nos dio la oportunidad de encontrarnos con María y con José en busca de una posada; en ocasiones caminamos con Jesús sin darnos cuenta, en otras lo encontramos cara a cara; en algunas más, lo pudimos acompañar en el mismo Gólgota. Pero al finalizar la misión, todos encontramos la resurrección de Cristo Jesús en nuestro corazón.
Nuestra vida es toda una misión y vivirla de acuerdo a la voluntad de Dios, la transforma en una vida apasionada por aquel que entregó no solo su cuerpo, entrego su paz, su verdad y su perdón. La pasión por Cristo va más allá de todo acto de generosidad; es un acto de amor y de misericordia, que se siente en lo más profundo de nuestro ser.

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